El cuerpo humano está diseñado para ganar peso y mantenerlo cueste lo que cueste. Nuestra sobrevivencia depende de ello. Hasta que no aceptemos este hecho científico, no lograremos alcanzar y mantener un peso ideal.
Tanto los doctores y consumidores creen que comer de más y la glotonería son las causas de la epidemia actual de obesidad. Pero la ciencia nos dice algo muy diferente: no eres el único culpable de sufrir de sobrepeso. Hay fuerzas genéticas muy poderosas que controlan nuestro comportamiento. Y también son la raíz de nuestros problemas. Nuestro sistema de control de peso fue diseñado para producir docenas de moléculas que nos hacen comer más y subir de peso cada vez que sea posible, y no perderlo.
Hemos evolucionado tras cientos de miles de generaciones que han vivido en condiciones de escasez, y no abundancia, de comida. Nuestros genes y las moléculas que controlan nuestra forma de comer se formaron también en estos años. Básicamente, estamos genéticamente diseñados para acumular grasa a causa de esos días en los que teníamos que encontrar comida en la naturaleza. El haber ignorado este hecho se ha vuelto un problema tanto para nuestra salud como para nuestra cintura.
Además, la industria alimenticia y las recomendaciones del gobierno alimentan esta locura. No es posible cambiar nuestras respuestas innatas a la comida tal como no es posible eliminar el terror que nos causan las situaciones peligrosas.
Piensa en esto: tenemos cientos de genes que nos protegen de la inanición, pero muy pocos que nos protegen de comer de más. Parece injusto, ¿no? Si nuestros genes están diseñados para ganar peso, parecería que están mal diséñanos.
¿Por qué estaríamos diseñados para comer de más y engordar? La causante de todo esto es la parte más primitiva de nuestro cerebro: nuestro cerebro límbico. Esta es la parte de nuestro cerebro que evolucionó primero, y es como un cerebro-reptil. Gobierna nuestras conductas de sobrevivencia, creando ciertas respuestas químicas que no podemos controlar conscientemente.
A pesar de que podrías pensar que tienes el control de tu mente, la verdad es que tienes muy poco control sobre las respuestas inconscientes que haces cuando estás rodeado de comida. La clave para tener un metabolismo saludable es aprender cuáles son esas respuestas, cómo se activan y cómo se pueden detener. No quieres terminar en una posición en la que debas resistirte al antojo de un bagel. Tu necesidad de comer va a eclipsar toda fuerza de voluntad que tengas para perder peso. En tu mente, se trata de una experiencia de vida o muerte, por lo que el bagel siempre va a ganar.
Uno de los principios más importantes para perder peso es que nunca te mates de hambre. No se trata de saber si estás consumiendo muchas calorías, sino de comer las calorías adecuadas suficientes. Lo que necesitas es tener una referencia de cuánto tienes que comer para evitar que tu cuerpo entre en un estado de inanición.
Por qué la mayoría de las dietas no funcionan
La razón por la cual las dietas no funcionan es porque la gente se restringe demasiado. Es decir, dejan que el número de calorías consumidas sea inferior al de su metabolismo basal, es decir, la cantidad básica de energía, o calorías, que el metabolismo necesita para funcionar diariamente. Esta cantidad, para una persona promedio, es igual a 10 veces su peso en libras. Este es el referente diario para que tu cuerpo simplemente exista (lo que significa que al menos pueda estar en una cama y no gastar nada de energía). Esto no es realista para casi nadie.
Si comes menos de esta cantidad (lo que es común en la mayoría de las dietas), tu cuerpo inmediatamente percibe el peligro y enciende la alarma del sistema que te protege contra la inanición, lo cual reduce la velocidad del metabolismo. Como consecuencia, tu cuerpo entra en un modo de inanición y activa la señal para comer. Entonces, comienzas a comer sin parar, y, inevitablemente, rompes la dieta: el clásico rebote.
Simplemente piensa en lo que pasa cuando te saltas el desayuno, no comes al medio día por seguir trabajando y finalmente regresas a tu casa por la tarde. Al llegar, te comes todo lo que encuentras a tu paso. Después, te sientes lleno, enfermo y culpable, e incluso te arrepientes de haber entrado a la cocina.
¿Por qué querrías atracarte y sentirte mal? La mayoría de nosotros somos gente razonable y sabemos que no debemos hacerlo. Lo hemos hecho antes, nos hemos prometido que no lo volveremos a hacer y hemos jurado que no lo volveremos a hacer. Sin embargo, una y otra vez volvemos a cometer los mismos errores. ¿Acaso tenemos tan poca voluntad, o somos autodestructivos? ¿Necesitamos ir a terapia?
La respuesta es no. La respuesta, más bien, está en nuestra programación genética. Es algo tan profundamente arraigado en nuestro organismo que no podemos escapar. Estamos programados para subir de peso, y a nuestro cuerpo no le gusta que no le proveamos de las calorías que necesita.
Y, peor aún, cuando pierdes peso, solo la mitad de este es grasa, mientras que el resto es puro músculo, muy valioso para la actividad metabólica. Sin embargo, cuando alguien vuelve a subir de peso, lo que gana es casi pura grasa. Recuerda que las células musculares queman 70 veces más calorías que las células grasas. Por lo tanto, las dietas de yo-yo solo te hacen perder gran parte de tu máquina metabólica.
Todos conocemos a alguien con sobrepeso que dice: “En realidad no como tanto, y aun así no puedo bajar de peso”. No están mintiendo. Cuando la mayoría de las personas se ponen a dieta, están provocando, de hecho, que ganen más peso. Cada vez que se ponen a dieta, pierden músculo.
Las dietas generalmente no funcionan, y cuando lo hacen, el peso que se vuelve a ganar es pura grasa. Si has pasado por varias dietas que no han funcionado, tu cuerpo ha pasado por este proceso. En pocas palabras: hacer dietas engorda. Debes alejarte de esta mentalidad de dieta. Lo que tienes que emprender es una manera de comer, no de hacer dietas.
El problema con la fuerza de voluntad
¿Qué le pasó a la anticuada fuerza de voluntad? Todos saben que la epidemia de obesidad es una cuestión de responsabilidad personal. La gente debería ejercitar más el autocontrol. Deberían evitar comer de más y reducir su ingesta de bebidas azucaradas y comida procesada. No hay alimentos buenos y alimentos malos: se trata más bien de ser moderado. ¿Cierto?
Esto suena bien en la teoría, a excepción de una cosa: las investigaciones más recientes prueban que la comida procesada, azucarada, con grasa o con sal, es decir, la comida que se fabricó en una planta y no que creció en una planta, es biológicamente adictiva.
¿Recuerdas el famoso comercial de papas fritas que decía “A que no puedes comer solo una”? Seguro no te puedes imaginar ese tipo de slogan para el brócoli o la manzana. Nadie se atraca de estos alimentos. Sin embargo, no es nada difícil imaginarse una montaña de papas fritas, una bolsa de galletas o un litro de helado desaparecer rápidamente en un frenesí provocado por nuestro cerebro-reptil. El brócoli no es adictivo, pero las papas, las galletas, el helado y el refresco lo pueden ser como cualquier droga.
En los ochenta, Nancy Reagan popularizó la frase “simplemente di que no” para combatir la adicción a las drogas. Desafortunadamente, este enfoque no ha funcionado, y no lo hará tampoco para nuestra adicción a la comida chatarra, pues los comportamientos adictivos son provocados por mecanismos biológicos específicos.
Nadie elige ser un adicto a la heroína, a la cocaína o al alcohol, tal como nadie elige ser un adicto a la comida. Estos comportamientos vienen de los centros neuroquímicos primitivos del cerebro que ignoran nuestra fuerza de voluntad y, en el caso de las adicciones alimenticias, abruman las respuestas biológicas normales que controlan el hambre.
Entonces, ¿por qué es tan difícil que la gente obesa pierda peso sin importar el estigma social que esto conlleva? ¿O las consecuencias como presión alta, diabetes, enfermedades cardiovasculares, artritis e incluso cáncer? ¿O incluso el gran deseo de perder peso?
No es que la gente quiera tener sobrepeso. En la mayoría de los casos, ciertos tipos de comida —procesada, azucarada, llena de sal y de grasa, combinada con fórmulas secretas de la industria alimenticia— son adictivos. Estamos diseñados biológicamente para querer estos alimentos y comer tanto como nos sea posible.
10 estrategias para dejar de comer de más y perder peso
Afortunadamente, hay una serie de pasos que pueden ayudarte a regularizar tu alimentación, para que así no comas de más o menos. Y lo mejor es que no incluyen contar calorías (¡o contar nada!). Entre las estrategias que han ayudado a mis pacientes a perder peso, mantenerse en su peso ideal y reducir el riesgo de contraer diabesidad, se encuentran las siguientes:
Referencias
Donga E, et al. A single night of partial sleep deprivation induces insulin resistance in multiple metabolic pathways in healthy subjects. J ClinEndocrinolMetab. 2010 Jun;95(6):2963-8.
Farshchi HR, et al. Deleterious effects of omitting breakfast on insulin sensitivity and fasting lipid profiles in healthy lean women. Am J ClinNutr . 2005 Feb; 81( 2): 388– 396.
Gershon M. The second brain: A groundbreaking new understanding of nervous disorders of the stomach and intestine, Perennial. 1999.
David M. The Slow Down Diet: Eating for Pleasure, Energy and Weight Loss. Healing Arts Press, 2005.
*Este artículo fue publicado originalmente, en inglés, en el blog de Mark Hyman [http://drhyman.com/blog/2015/02/19/overeating-doesnt-make-fat-2/]